A la mitad de una vida...

En una comunidad del departamento de El Paraíso, zona oriental de Honduras, vivió hace 40 años don Sebastián Rodríguez, que actualmente tiene 75 años. Me llamó por teléfono para citarme en una cafetería de la ciudad capital a las nueve de la mañana y me dijo que tenía una extraña historia que contarme.
Llegué puntual a la cita, ahí estaba el señor tomándose una taza de café mientras me esperaba; me invitó a tomar asiento mientras pedía un café para mí.

“Le voy a contar una experiencia que tuve cuando tenía 35 años de edad, espero que se reserve el nombre del pueblo donde todo se originó, no quiero que los vecinos de ese lugar se espanten. Mi madre se llamaba Isabel, todo el mundo la conocía como Chabelita, era una buena madre y esposa ejemplar, enviudó cuando yo tenía 10 años de edad y mis dos hermanas siete y nueve años, respectivamente.

Mi madre enfermó cuando yo había cumplido 34, la trasladé a la capital, la pusimos en tratamiento para prolongarle la vida y todo resultó inútil. Mis hermanas se habían casado y yo también, sin embargo, era el único que acompañaba a mi mamá en el pueblo. Ella me educó bajo la religión católica, me enseñó el santo rosario; me acostumbré a rezar en la iglesia cada fin de semana en memoria de Chabelita. Recuerdo que el día de mi cumpleaños número 35 mi esposa hizo una cena deliciosa, nos divertimos mucho con los amigos que llegaron a celebrar. Al caer la noche y mientras mi esposa y mis hijos estaban profundamente dormidos, estaba despierto pensando en mi fallecida madre.

Comencé a recordar las historias que ella me contaba, así como le pasó a usted, que siempre recordaba las leyendas que le narraba doña Chepita, su inolvidable madre.

Una vez me dijo que en el pueblo hubo un tiempo en que existieron dos cementerios, aquello despertó mi curiosidad y le pregunté cual era la razón de enterrar a los muertos en diferentes camposantos, ella me contestó que a los que asesinaban, o mejor dicho a los que tenían muertes violentas, los enterraban en el cementerio que estaba ubicado a medio kilómetro del pueblo y a los otros los que morían de muerte natural, en el cementerio del centro. Cuando le pregunté dónde estaba ubicado el cementerio del centro, sonrió y me dijo: 'Mira hij, sin saberlo mucho van a rezar a ese cementerio, la iglesia la construyeron precisamente sobre el antiguo cementerio del centro’.

Me quedé sorprendido y mi mamá siguió la historia. Cuando estaban haciendo los arranques para construir la iglesia sacaron muchas calaveras y, para asombro de todos, dieron con un ataúd que conservaba intacto el cadáver de un sacerdote de origen español fallecido en la misión religiosa a él encomendada. Por ese motivo se retrasó durante algún tiempo el trabajo de construcción, hasta que finalmente llegaron al pueblo otros misioneros y se llevaron aquel cadáver que no se había descompuesto, dicen que lo trasladaron a España, país de donde era originario el sacerdote.

Siempre recordaba las cosas que mi madre Isabel me contaba. Pasó el tiempo y una noche fui a dar una vuelta por el pueblo, visité a unos amigos y me despedí de ellos más o menos a las nueve de la noche, a esa hora no se encontraba a nadie en la calle por la vieja costumbre de acostarse temprano. Mi esposa sabía que llegaría tarde, conocía mis costumbres.

Me dirigí a mi casa cuando miré que había movimiento de gente en la calle que conduce a la iglesia, apresuré mis pasos con la curiosidad de saber qué era lo que sucedía. La iglesia estaba abierta y muy iluminada, me imaginé que había un acto especial o que seguramente nos visitaba algún jerarca de la iglesia. Llegué al atrio y pude observar que en el interior de la iglesia había bastante gente, un sacerdote alto y rubio comenzó a impartir la bendición: 'En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo’. Me puse de rodillas fuera de la iglesia para recibir la bendición y posteriormente la gente comenzó a rezar.

Aunque usted no me lo crea, sentí como que una fuerza me tenía clavado en la tierra, traté de levantarme y no pude, estaba de rodillas afuera de la iglesia, de repente, ante mis ojos se apagaron las luces y se cerraron las puertas. Temblando con los ojos abiertos y viendo al rededor rogué a Dios durante lardo rato con todas mis fuerzas para poder levantarme hasta que se produjo el milagro, inmediatamente me puse de pie y comencé a caminar despacio hasta llegar a mi casa. Mi esposa me esperaba, no sé qué cara me vio y me dijo: '¿Qué te pasa? ¿Venís enfermo?’ yo no podia pronunciar palabra alguna.

Aquella noche me dio una fiebre espantosa, comencé a delirar, miraba calaveras por todas partes, gritaba y luego me quedaba dormido. Por la mañana mi esposa se alegró de verme recuperado, le conté lo que había sucedido y le expliqué que había asistido a un acto religioso de personas fallecidas, incluyendo al sacerdote que me imagino era el español que enterraron en el cementerio del centro sobre el cual fue construida la iglesia. Esa extraña experiencia me sucedió en mi pueblo natal, cuénteselo a quien pueda, no es una mentira, sino un hecho real”. Me despedí de don Sebastián y sentí que un frío intenso recorría mi columna vertebral, habra sido la sinceridad de aquel hombre, porque que podria ganar contandome algo que no ha vivido.

6 comentarios:

EL SUEÑO DE GENJI dijo...

Que bueno amigo¡¡, Me imagino la escena a posteriori, tan real, tan creible y luego la nota de pánico al saber que has estado presenciando una misa de "MUERTOS"...

No me cuentes estas cosas que literalmente "me cago"...Y eso que hice la mili en el cuerpo de Infantería de Marina...(Así es nuestro ejército coño¡¡).

Saludos amigo y miles de sueños¡¡

Seo dijo...

hola¡ muy buena la historia pero sabes me encanta el cambio de look del blog

esta muy bien

un beso

PABLO JESUS GAMEZ RODRIGUEZ dijo...

Gracias amigo.

Devuelvo tus amables visitas.

gracias por tus animos.

Un afectuoso abrazo...!

Anónimo dijo...

Has cambiado el formato, está genial ahora!!!!
Me gustan las historias de muertos que viven .
Mil besos.

Anónimo dijo...

¿qué es real y qué no lo es? las reglas de lo racional que nos han enseñado de nada valen, son falsas, de eso estoy seguro

Lila dijo...

Espero qué estés bien muchacho y que los cambios políticos sean para bien.

Besos

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